49ª BEHOBIA - SAN SEBASTIAN

Este pasado 10 de noviembre disputé la que para muchos corredores está considerada una carrera especial, mítica, única: la Behobia – San Sebastián. Esta es la primera vez que me he desplazado fuera de Cataluña para participar en una carrera atlética, pero de lo que no cabe duda es que el esfuerzo vale la pena. San Sebastián es una ciudad preciosa y agradable, con gente muy cordial y amable, y claro está con una gastronomía fantástica. Por otro lado la ciudad y la gente está muy ligada a la Behobia: todo los donostiarras con los que te encuentras te preguntan si vas a participar en “su carrera”, que si ellos han participado ya en varias ocasiones, que si su hijo participa, que van a estar animando… Es su carrera y se enorgullecen de ti, de que vengas a correr la Behobia. Es algo que nunca he vivido hasta ahora y que creo que en pocos lugares del mundo se debe vivir una carrera de este modo, con esta pasión.

Mi idea nunca fue disputar la Behobia: con tres niños pequeños y el trabajo ya es un milagro poder entrenar y participar de vez en cuando en carreras o triatlones al lado de casa, como para desplazarse hasta el País Vasco para una carrera de 20 kms. Fue allá por el mes de mayo cuando por necesidad tuve que cambiarme de zapatillas de correr y acabé comprando mis queridas Adidas Supernova Sequence 5. Al pagarlas en Evasionrunning me informaron de que tenían una promoción con la compra de zapatillas Adidas y te regalaban la inscripción de la Behobia. Como me dijeron que si al final no se iba se la podías “pasar” a un amigo decidí apuntarme, con pocas esperanzas de poder disputarla. Poco después inicié mi temporada de triatlones y “olvidé” la Behobia hasta que por allá en el mes de septiembre le comenté a mi mujer que estaba inscrito en esta carrera. Mercè en cuanto se enteró de ello, le encantó la idea de que fuésemos un fin de semana a San Sebastián con los niños (la verdad es que no habíamos hecho ningún viaje con ellos hasta ahora y nosotros hacía mucho que no salíamos) y en seguida nos pusimos a organizarnos el viaje. Así es como acabé en la línea de salida de Behobia.

El domingo de la carrera me levanté temprano, desayuné en plan paleo (vamos, como siempre), cogí mis cosas y mi mochila para la taquilla y salí en dirección a la estación de Gros. Por la noche había caído una buena tromba de agua y se oía como soplaba el viento con fuerza, pero por suerte aquella mañana no llovía (de momento), aunque sí hacía viento con algunas ráfagas fuertes que ya aventuraban que tendríamos viento en contra toda la carrera. Yo, por si acaso, salí enfundado en una bolsa de basura gigante a modo de chubasquero, que es lo que me habían aconsejado. Antes de llegar a la estación me encuentro con un par de corredores buscándola y con uno de ellos me pongo a charlar: un tipo muy majo, también de Barcelona (en esta carrera había como 5000 catalanes, ¡ahí va la hostia!) y nos ponemos hablar de la carrera (él es su 3ª participación), del running en general, de triatlón… Así como quien no quiere la cosa llegamos a Irún donde la organización de la carrera tiene listos como 10 autobuses distintos para acercar a los corredores a Behobia (a unos 500 metros de la salida). Sigo con mi compañero improvisado de viaje (puñetas, ¡no me fijé en su dorsal o nombre!) que me acompaña hasta los camiones donde dejar las mochilas (excelente la organización de la carrera). Él sale bastante antes que yo (creo que a las 10:10, yo salía a las 10:50), así que nos despedimos y nos deseamos suerte.

 Tengo como hora y media para mi salida, así que intento pasar el tiempo lo mejor posible: café, pillo algo de vaselina (me la había olvidado y en mi caso en alguna carrera me podrían llamar “Pezones sangrientos”) y… caliento. El ambiente en la salida es espectacular: gente calentando por todas partes y un speaker poniendo música cañera para animar a los corredores. Después de poco rato de calentar me dirijo hacia la zona de salida donde a priori tenía que salir con mi grupo, los del dorsal naranja.
Antes de la salida con mi bolsa de basura

Ambiente antes de la salida, la gente calentando


 Dan la salida y… ¡a por ello! Mi objetivo es ser “conservador”, 20 kilómetros es una distancia considerable y más cuando a priori de llanos tienen poco con dos altos en el camino. Además tampoco puedo correr mucho dado el gentío que hay en la salida, así que me marco correr por pulsaciones, sin pasarme de las 164-165 ppm, pero con la ilusión de hacer un tiempo que esté por debajo de la 1:50 minutos. Marco el primer kilómetro en casi 6 minutos… ¡me he pasado de conservador!, así que intento imprimir un ritmo más alegre. Al llegar a Irún en seguida me doy cuenta de lo especial que es esta carrera: a ambos lados de la calle gente por doquier que no deja de animar y donde apenas cabe un alfiler. Nada más entrar en Irún veo que no sólo hay un par de altos, sino que la carrera es un continuo sube-baja de toboganes y el primero en Irún es durillo. Voy adelantando gente y pasan los kilómetros y sigue habiendo gente animando en todas partes, como en un puerto del Tour de Francia. Mi ritmo ahora es más alto y mis parciales mejorando. Al salir de Irún nos dirigimos hacia el km 6 donde empieza el alto de Gaintxurizketa donde todo el mundo me ha prevenido de su dureza. Y es justo empezar el alto que la meteorología nos regala con un breve pero intenso aguacero que me deja empapado en cuestión de segundos. Durante toda la carrera irá lloviendo de vez en cuando y parando, pero este es un auténtico chaparrón. Yo cuando llueve voy haciendo uso de mi gorra, y cuando deja de llover la cuelgo de mi porta dorsal. Pasamos el alto de Gaintzurizketa donde muchos corredores empiezan a notar la fatiga y ves a gente caminar y el resto les animamos a seguir. Al llegar arriba del alto pienso que tampoco ha sido tan duro y lo he pasado con tiempo muy digno. En la bajada de Gaintxurizketa nos espera el “Pirata” con su furgoneta con música heavy atronador, su disfraz de pirata, haciendo ondear la bandera pirata junto con la Ikurriña, momento “piel de gallina”  subidón con la música heavy y saludo haciendo cuernos heaviata a nuestro animador particular. En seguida nos metemos en un tramo muy bonito con campos a ambos lado del camino y en este caso el único momento donde no hay gente animando y es algo que me sorprende: el silencio y sólo oír los pasos y la respiración de los que estamos corriendo… es algo especial ya que normalmente suelo hacer la carrera con música y cascos, pero esta quise “vivir” toda la experiencia.

En el kilómetro 9 me tomo mi gel para llenarme de energía de cara al segundo tramo de la carrera y llego al kilómetro 10 y adelanto a la liebre de 1 hora y 50 minutos que de hecho había salido un par de minutos antes que yo. Es un pequeño subidón de moral y me hace ilusionarme en mi objetivo de bajar de 1h 45 minutos. Y todo ello manteniendo unas pulsaciones controladas y corriendo a un ritmo relativamente alegre. Al cabo de un buen rato llegamos al tramo más feo y que se me hace más duro del recorrido: el Puerto de Lezo. En este tramo todo es llano, vamos por el puerto industrial, son un par de kilómetros y francamente feo. Además noto el primer síntoma de cansancio de todo el recorrido, por ello decido tomar bebida isotónica en el avituallamiento que hay en el puerto. Por suerte mis fuerzas vuelven a recuperarse y la salida del puerto de Lezo es un subidón de ánimos y energía: la gente animando como loca y música atronadora, lo cual me hace gritar fuerte y alto “¡vamos!”. Salir de Lezo supone entrar en San Sebastián y aquí hay gente por todas partes. Nos vamos acercando al alto de Miracruz, ya a apenas 4-5 kilómetros de la meta. El alto es duro y ves flaquear a corredores, uno de los que me sorprende más es adelantar a Robert Mayoral, triatleta semiprofesional y un tío que ha hecho no sé cuántos Ironman.  Hay que decir que en todo el recorrido no he dejado de adelantar corredores y que hay muchos corredores con dorsal azul alrededor mío, vamos que estoy “on fire”. La bajada de Miracruz y es suave y agradable y ya nos acerca a la avenida que nos hará girar en dirección al mar para encarar los 2 últimos kilómetros para la meta. Aquí es acojonante la  cantidad de gente que hay a ambos lados de la avenida. Ya se ve el mar y giramos justo en el paseo donde está el Kursaal encarando el último kilómetro donde nos espera la meta en el Boulevard, así que pego el último acelerón para rebajar segundos o décimas de segundo al crono. Es en ese momento que cruzo el último puente sobre el río y donde oigo que me gritan “¡Hugo!”, es Mercè con Guillem y Clara, ¡que ilusión! Ya encaro los últimos metros y veo que mi crono será mucho mejor de lo esperado, acelerón final, pulsaciones a tope… 1 hora y 43 minutos con 48 segundos… ¡un tiempazo! Alzo los dedos al cielo dedicándoselo a mi padre, que me habrá visto otra vez haciendo una carrera de las que él nunca hubiera imaginado que acabara haciendo. Te echo de menos.

Me dirijo a recoger mi medalla de finisher feliz como una perdiz (la verdad no entiendo esta expresión), como lo que me dan (manzana y barrita), estiro, acudo a recoger mi ropa en el guardarropa (un 10 para la organización), me pongo ropa seca y me encuentro con Mercè y los niños. Fotos de recuerdo para posteridad (en plan Rafa Nadal mordiendo mi medalla) y… a comer pinchos al inigualable “Cuchara de San Telmo” en los más escondido del Casco Viejo de Donostia (un “must” de la cocina de San Sebastián).
Feliz con mi familia después de una gran carrera y un gran fin de semana en San Sebastián

La nota triste de la jornada fue la muerte de una chica de Navarra a pocos metros de la meta, a la altura del Kursaal (debió pasar una hora después de mi entrada en meta). Tenía 30 años y cayó desplomada, por desgracia y a pesar de los numerosos medios sanitarios que había en la carrera no pudieron hacer nada por salvar su vida. Es duro que se vaya una vida así, aunque una cosa es clara: es más peligroso no correr (hacer vida sedentaria) que correr y hacer deporte. Que nadie le coja miedo al deporte por cosas como esta, no obstante hay que hacer deporte con cabeza, intentar pasar los debidos controles médicos y buscar el consejo de un profesional, como hago yo con Andreu López de mybestchallenge.com. Descanse en paz.

Ahora ya ha pasado más de un mes desde la carrera (el trabajo y la familia no me permiten muchas horas para dedicar a este blog), pero la verdad es que como carrera es la más bonita, especial y espectacular que he vivido. Entiendo porque la gente acude desde todos los rincones para correr la Behobia… y el año que viene es la 50ª edición, ¿repetiremos?


Próximo gran reto: Maratón de Barcelona (ya estoy inscrito, aunque llevo bastante regular los entrenos). Así que más que nunca: ¡SALUD Y KILÓMETROS!

Comentarios