MEDIA MARATÓN DE BARCELONA, MI PRIMERA MEDIA
El 17 de febrero de 2013 quedará marcado para siempre como
la primera vez que disputé una Media Maratón, una distancia considerable y a la
que le tenía bastante respeto. El correr una Media Maratón era un reto que de
hecho me había marcado para poder hacerlo a finales de 2012, pero fue un reto
que decidí posponer para prepararme el reto de la Travesía de la Illes Medes de
principios de diciembre del año pasado. Fue justo al día siguiente de acabar
con éxito y muy contento mi primera travesía a nado seria que empezó mi
preparación para la Media Maratón de Barcelona. Andreu López, mi entrenador
personal de www.mybestchallenge.com
, me preparaba cada 2-3 semanas mi planificación de entrenamientos y yo los
seguí de la forma más estricta posible. Recuerdo especialmente mis duras
salidas nocturnas con temperaturas gélidas en Viella o mis “tiradas” largas del fin de semana con 15 o
18 kilómetros. El hecho de tener un programa planteado por un profesional para
mí era imprescindible para no correr el riesgo de acabar lesionado ante una
distancia de este tipo.
Así aquella mañana quedamos mi vecino David (que también
corría su primera media) y yo para ir juntos a la salida. Optamos por el
transporte público dado que la salida era junto al Arco del Trunfo en
Barcelona, en el mismo centro de la ciudad. En el tren ya nos encontramos con
numerosos corredores y el ambientillo de las carreras ya se empezaba a oler.
Llegada súper rápida a la Estació del Nord, café para despertarnos,
guardarropía súper rápido y ¡listos! Vamos hacia la salida donde había quedado
con Xavi y Jordi delante del Bikilia (con sus Dragons) para encontrarnos ya que
los tres salíamos del mismo box. Jordi se está preparando la Maratón de
Barcelona y ya ha hecho varias medias, pero para Xavi y para mí era la primera.
Ni me planteo seguirlos ya que sé por experiencia que Xavi es mucho más rápido que yo y Jordi está muy
curtido y bien entrenado. Mi objetivo particular es acabar la carrera y como
objetivo secundario acabarla en menos de dos horas. Justo en el mismo sitio
donde he quedado con Xavi y Jordi, me encuentro con el otro cuñado de mi
cuñada, Xavi, que también se está preparando para la Maratón.
Nos metemos en el box y los nervios están ahí, mis pulsaciones
están entorno a 110 ppm, lo cual no es malo. Dan la primera salida, y al cabo
de unos 5 minutos salimos el segundo grupo, los del dorsal verde… ¡VAMOS! En
seguida pierdo de vista a Xavi y Jordi y yo decido ir a mi ritmo, conservador,
sin forzar para llegar lo más entero al final y así apretar si me veo con
fuerzas. Al cabo de 300-400 metros noto que he perdido uno de los dos geles que
llevo en mi portadorsal, así que el otro decido llevarlo en la mano. Enfilamos
el Paseo de Colón y a continuación mi querido Paral·lel, que esta vez se hace
llevadero como en la Cursa de Bombers y no tan sufrido como en la Jean Bouin,
donde estaba bastante petado. Mantengo mi ritmo conservador basándome en mis
pulsaciones: 162-163. Llegamos a Gran Vía y busco a Gisela, amiga del trabajo que me dijo que vendría con su pareja a vernos pasar, pero no la veo.
En Gran Vía – Paseo de Gracia me adelanta un tío enorme (calculo cerca de 2
metros y muy voluminoso), va a muy buen ritmo y la gente flipa de que vaya así
de rápido con semejante masa en movimiento, me llama la atención y no le doy
más importancia. En Gran Vía tenemos el primer avituallamiento, pero decido no
cogerlo y esperar al KM 10 donde me tomaré mi único gel. El tramo de Gran Vía
se hace monótono hasta que llegamos a Passeig de Sant Joan donde hay un nutrido
grupo de personas animando y además hace bajada, lo cual me permite imprimir un
ritmo más alegre y además bajar algo de pulsaciones, las sensaciones
fenomenales. Llegamos a Arc de Triomf
con el ritmo más fuerte de toda la carrera y con gente animando, grupos de
música tocando, esto es una pasada (me
recuerda a la Cursa de Bombers). Giramos a la izquierda buscando la calle
Marina, la atravesamos y pronto nos
acercamos a uno de los puntos emblemáticos de la carrera: la Torre Agbar que
nos deja a nuestra derecha en una mañana preciosa en Barcelona. Yo sigo
fenomenal, sé que podría ir más rápido pero sigo fijando mi ritmo en función de
las pulsaciones: 164-165 máximo.
Llegamos en seguida al KM 10 y al cabo de pocos metros tomo
mi primera botella de agua junto con el gel, todo correcto. En seguida tenemos
un pequeño repechón y enfilamos para mí el tramo más feo de la carrera: la Gran
Vía tras la Plaza de las Glorias hasta la Rambla de Prim. Justo en ese repechón
alguien me toca por la espalda: es Xavi el otro cuñado de mi cuñada (que
curiosamente su cumpleaños también es el 4 de julio). Me alegra ver una cara
conocida, Xavi es un tipo muy simpático y parlanchín: me comenta que le ha
costado pillar el ritmo pero que ya va mejor. Me adelanta y voy siguiéndolo con
la mirada mientras se pierde en la multitud de corredores.
En seguida llegamos al KM 11, ya queda menos de la mitad de
carrera y lo grito en voz alta: “Vamos que queda menos de la mitad”… sigo
manteniendo mi ritmo en base a pulsaciones, todo bien. En breve llegamos al km
14-15 y abandonamos la fea Gran Vía para alcanzar el tramo final de la Diagonal
cercano al mar y enfilamos de nuevo dirección la Torre Agbar. Es en este
momento que me doy cuenta de que voy muy bien de piernas y adelanto muchos más
corredores de los que me adelantan a mí. Es justo en este punto cuando sucede
una de esas cosas que tanto me llaman la atención de las carreras populares:
veo unos 15-20 metros más adelante un par de chicas, pero una de ellas está MUY
entrada en carnes y lleva unos shorts con la Union Jack (la bandera británica)
en el culo… ¿cómo puede ser que no la adelante hasta ahora? Damos la vuelta
en la Diagonal atravesando los carriles
de la Gran Vía y es este el paraíso de los recortadores y los #runnerdemierda.
De nuevo dirección mar y aquí llega el último avituallamiento antes de la meta
donde aprovecho para beber Powerade (ni me había enterado en los dos anteriores
que había algo que no fuese agua) ya que no tengo más geles (porque el primero
como ya lo he explicado se me cayó a los pocos metros de la línea de salida).
Miro mi Garmin 910 y veo mi tiempo: me quedan pocos kilómetros para meta y veo
con claridad que el sub 2h es 100% seguro
y que quizás podría lograr el reto de bajar de 1h 55 minutos. Empiezo a
apretar un poco más dado que me noto bien, aunque mis piernas parecen no querer
ir más rápido de lo que han ido hasta ahora…
Llegamos al trozo más bonito del recorrido: correr al lado
del mar, pero justo antes hay un muy pequeño repecho que todos los corredores
sufrimos y bajamos sensiblemente el ritmo. Intento ir todo lo rápido que puedo,
mirando el reloj constantemente con la tonta ilusión de estar más cerca de la
hora y cincuenta minutos que de las dos horas. En este punto veo un corredor
tumbado en la calle al que le están atendiendo los servicios médicos de la
carrera y por lo que creo es el tipo gigante que me había adelantado en el
primer tramo de la Gran Vía. Ahora también ya empiezo a ver a runners que ya
han acabado su carrera y llevan la medalla colgada del cuello… ¡ya estamos
cerca! Nos acercamos a la Torre Mapfre y al Hotel Arts, enfilamos la calle
Marina y se ve ya el un arco… que no es la meta. Es el punto kilométrico 20 y
aquí ya empiezo a notar el cansancio de las piernas y veo que es imposible
bajar de 1h55 minutos. Giramos enseguida a la izquierda en el Passeig Pujades
donde está la línea de meta que se ve muyyyyy lejana y un tanto confusa, ya que
hay como 4 o 5 arcos hinchables por los que hay que pasar antes de cruzar la
meta. Intento apretar todo lo que puedo, que no es mucho, y me digo: ¡estoy a
punto de lograrlo! ¡Acabar una media maratón! Pienso en todo el esfuerzo y
horas dedicadas, los madrugones, salir a correr a las 12 de la noche a 0
grados, las series durísimas que he hecho, mis “tiradas largas”… Llego a la
línea de meta y alzo los brazos como siempre que entro en meta: ¡FINISHER! Paro
mi Garmin y marca 1 hora 56 minutos y 23
segundos, ¡feliz!
Al llegar a meta intento bajar de ritmo poco a poco sin
pararme de golpe, pero parece imposible, la gente se para allí mismo y no puedes
trotar suavemente. Recojo mi medalla, mi Powerade, una naranja y un plátano,
estiro y le pido a un tipo que pasaba por allí que me hiciera una foto para el
recuerdo. Busco a Crespi y a Xavi en el punto que habíamos quedado, pero no
están. Luego me encuentro con mi vecino David, él ha hecho un tiempo algo mejor
que yo y está también muy contento. Nos hacemos una foto para la posteridad y…
¡de vuelta a casa en el tren!
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